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Nacionalsocialismo

ELEMENTOS DOCTRINALES

ELEMENTOS DOCTRINALES

La base ideológica del nacional-socialismo la designan sus fundadores con el nombre de "nueva concepción del mundo" (Weltanschauung). Ello significa tanto como una nueva representación de la vida, otra imagen, sino nueva, como quieren los nacional-socialistas, muy diferente, por lo menos, de la que imperaba en Alemania después de la guerra grande. Es algo así como un nuevo clima, otro ambiente moral en el que los espíritus ven las cosas desde otro punto de vista.

Complementaria de esta concepción es la afirmación relativa al pueblo alemán, que se concibe como una hermandad (Volksgemeinschaft), teniendo como distintivo el ser una comunidad cultural y racial.

La sociedad alemana no está concebida como una agregación de individuos, como lo hace una concepción individualista y abstracta que ha venido imperando en la política liberal democrática y de las concepciones abstractas del revolucionarismo francés. Alemania, a semejanza de la concepción italo-fascista, es una realidad espiritual histórica con caracteres distintivos.

Todo lo que no esté conforme con este punto de vista, no puede ser nacional-socialista. Y es indudable que para un viejo liberal esa idea de la comunidad superior de la nación y esos deberes que ello engendra, con las correspondientes limitaciones y subordinaciones en bien de la comunidad, resultará algo inconcebible y rechazable. Pero lo cierto es que las grandes reformas que se consignan en el programa del partido no pueden concebirse sino en armonía con tales bases ideológicas.

La doctrina que promovió Hitler se caracteriza por su racismo, nacionalismo, autoritarismo y pangermanismo:

Racismo: Se fundaba en gran parte en la “teoría racial” que proclamaba la superioridad de una supuesta “raza alemana”; declaraba racialmente inferiores a los judíos, a la raza negra y, sobre todo, a aquellos provenientes de mezclas de razas. En Mein Kampf, Hitler llamaba a los judíos el enemigo absoluto de Alemania, responsable de todos los males e organizador del capitalismo.

Nacionalismo: Difundió el amor hacia la patria a la cual se debía subordinar el individuo, pronunciándose contra todo lo que tenía carácter internacional, como la Iglesia Católica, el marxismo y el capitalismo.

Autoritarismo: Uno los pilares del nazismo fue el culto al líder. El partido nazi se basaba en una rígida jerarquía en donde la obediencia al jefe era la regla.

Pangermanismo: La unión de los pueblos germanos se vio como el primer paso de la expansión de Alemania por el mundo para recuperar su “grandeza” de antaño.

El nacionalsocialismo no se conforma con la sola existencia nacional fundada en la soberanía e independencia, sino que también se basa en la total defensa de los valores nacionales desde todo punto de vista: ya sea religiosos (Cristianismo Católico), raza (Blanca aria), como también cultura (Europea), moral (Cristiana-Europea) u otras culturas (latinos).

El nacionalsocialismo es más extremista aún sobretodo en el tema racial-religioso, en la cual el fascismo es solo xenófobo. En cambio el nacionalsocialismo es declaradamente AntiJudaico.

El porque al rechazo de los que profesan la religion judia (según alguien que comparte el pensamiento nacionalsocialista)

Se creen los únicos elegidos por dios, todas las demás personas son bestias de forma humana y todas las blasfemidades hacia Jesucristo, la Virgen María, y el Cristianismo, pues ellos no consideran a cristo como el verdadero Mesías, cuyos valores se plasmaron creando la religión cristiana gracias a sus apóstoles que eran judíos, y dejaros esa religión traidora a la causa de dios convirtiéndose en los primeros cristianos.

La doctrina judía del marxismo rechaza el principio aristocrático de la Naturaleza y coloca en lugar del privilegio eterno de la fuerza y del vigor, la masa numérica y su peso muerto. Niega así en el hombre el mérito individual e impugna la importancia del nacionalismo y de la raza abrogándose con esto a la humanidad la base de su existencia y de su cultura. Esa doctrina, como fundamento del universo, conduciría fatalmente al fin de todo orden natural concebible por la mente humana. Y del mismo modo que la aplicación de una ley semejante en la mecánica del organismo más grande que conocemos, provocaría el caos, sobre la tierra no significaría otra cosa que la desaparición de sus habitantes.

Filosofía en torno al nacionalsocialismo

Tres direcciones filosóficas dominaban las Universidades alemanas y eran todavía artículo de exportación, dos de ellas sin eficaz competencia. El positivismo, la más vieja, con el impulso que le había impreso Ernst Mach en el último cuarto de siglo, y que se prestigiaba en algunos círculos de científicos aficionados a filosofar. En posición, de alguna manera contraria, por cuanto afirma la ontología, hay que situar la escuela de Brentano, autorizada después por Meinong, Husserl, Nikolai Hartmann. La tercera tendencia acentúa la «vida», con algún desprecio para las construcciones racionales. Aunque compleja de matices, puede reducirse a filosofía de la «vida» y filosofía de la «existencia».

El positivismo se resiente, o, mejor dicho, «es», casi en su totalidad, curva de acoplamiento, efecto histórico. Imperaba entonces el industrialismo en la economía, con su secuela espiritual de atención unánime hacia la eficacia y las medidas, con la utilidad como criterio de esta eficacia, con la vida de ciudad y sus emociones como ambiente, con desprecio u olvido de lo espontáneo y primigenio y una tremenda ceguera para las realidades exteriores a los laboratorios, para las realidades surgidas en el aire limpio, bajo la mirada plácida o tempestuosa de los cielos.

Fuera del positivismo, y contrapuesta a él, se coloca la escuela de Brentano, influida por la filosofía escolásticoaristotélica y con un sentido muy agudo para interpretar los contenidos de conciencia y ver en ellos lo que los desborda. Brentano recoge la idea escolástica de «internacionalidad» de nuestra mente, y con ello abre en la filosofía un período muy rico

Las tendencias vencedoras en Alemania, al subir el Nacionalsocialismo, estaban influidas, unas, por el ambiente general científico –lo que explicaba la coincidencia entre pensadores distintos–; otras, quizá por disposiciones raciales: el idealismo de los judíos Cohen y Husserl; el vitalismo de Simmel, judío, influido por Bergson, que también lo era, y las ideas de Scheler, que ha sido llamado recientemente «semijudío». Frente a tales formas están las que constituyen la concepción del mundo nacionalsocialista, con independencia y aplicaciones políticas.

El sentido filosófico del movimiento nacionalsocialista consiste en buscar una concepción que sea la que automáticamente corresponde a las características espirituales de la raza germánica. El nacionalsocialismo reacciona contra el «idealismo distante» de la realidad, y quiere llevar la juventud hacia un idealismo próximo, sin contentarse con un mundo derivado de cualquier forma de «razón». Necesita satisfacciones para el hombre entero en su unidad psicofísica, tal como lo entiende la antropología

Frente a las ciencias técnicas, deben intervenir otras encargadas de formar al hombre, ordenar la comunidad y la historia. El Gran Reich alemán sólo podrá cumplir la misión mundial que le estará encomendada después de la guerra, con ayuda de una ciencia del hombre, de la dirección del hombre, de su formación y de la formación de la comunidad y de la historia.

La victoria del nacionalsocialismo no fue una victoria de masas, porque no se trató en el caso de vencer o ser derrotado, sino de servir. Cada miembro agota sus deberes y la tarea central de su vida en el servicio de la comunidad que constituye el sentido de sus personas. El Estado es el que cumple las tareas generales y el que impone los signos de presencia de una nación en la historia. Los pueblos que carecen de Estado, carecen por lo mismo de historia. El Estado no es una superestructura de tipo técnico, ni una forma social orgánica más crecida, como creía el romanticismo, sino que el Estado es el Führer. Él es el motor de la historia, y por su virtud sé pasa del orden de lo posible al orden de lo real. El partido nacionalsocialista representa en Alemania el lado dinámico frente al Estado, que es lo estático. Este dualismo Movimiento-Estado no es más que un compromiso entre la revolución y la reacción, pues el Estado, progresivamente, tiene que ser eliminado a medida que dentro del Movimiento se van formando los hombres con capacidad creadora; en especial, las promociones jóvenes educadas en el nuevo espíritu.

En la comunidad, que da las últimas instancias de esta concepción filosófica, radican la verdad y la moral. Los conceptos éticos son sólo conceptos normativos que regulan la relación entre un acto y la comunidad. La medida básica del valor hay que captarla en los valores raciales, entre los cuales destacan el del honor y el de la fidelidad. La mayor capacidad de servir al Führer da la medida de la valía de un alemán, pues el Führer es la personalidad en sentido propio, la que obra supremamente, y como tal, crea la personalidad libre: él es el creador de las leyes, y obedece sólo a la necesidad interna que le compromete con el honor racial y la fidelidad al pueblo.

Hay dos realidades culturales claras: el germanismo y el cristianismo. Este presenta una hostilidad manifiesta contra el mundo al subordinarle a medidas extramundanas. El mundo es contingente frente a Dios y las exigencias de orden moral, que son eternas. El idealismo, según Baeumler, es herencia cristiana, y por esto lo rechaza como extraño a lo germánico. La igualdad democrática proclamada por Rousseau, y el que todos seamos semejantes ante Dios, no son ideas germánicas, porque destruyen la vida al igualar las diferencias de nivel de fuerzas, y hace posible que prevalezcan quizá los valores inferiores. Los más altos para él son: la vida, la fuerza, la capacidad creadora de las razas, y en esto radican las diferencias de valor y de dignidad entre los pueblos y entre los hombres. Este es el tema capital de una gran parte de sus exposiciones. También en la interpretación de la voluntad hay diferencia entre sus puntos de vista y los más corrientes en los pueblos latinos, de herencia grecorromana y cristiana. Que la voluntad tienda hacia un fin y que en su logro se satisfaga le parece una idea «oriental», frente a la cual presenta la voluntad germánica que goza con la simple acción, en un constante fieri e incansable activismo.

No hay instancia superior a la vida y por la que pueda ésta calificarse, y el intento de buscarla se llama nihilismo, por cuanto destruye los valores vitales, los niega o los rebaja. Siendo esto así, el Estado no es entidad moral que tenga por fin establecer la justicia entre los ciudadanos, sino el instrumento por el cual una comunidad toma conciencia de su poder y da señales de eficacia en la historia. El Estado es una expresión de la lucha por el Poder. Las ideas, los valores, la verdad, enraízan en nuestra esencia de hombres, miembros de una comunidad racial que no tiene que justificarse ante nadie, porque ella misma es su justificación. La mayor tacha moral que pudiera lanzársele sería la de su ineficacia histórica. Hitler es el Jefe del pueblo alemán porque en él, de una manera misteriosa, las fuerzas inéditas del germanismo han hallado encarnación, y él es instrumento de estas fuerzas y de esta corriente vital.

Estas tendencias filosóficas, tan radicales en sus consecuencias y distantes de nuestra manera de pensar, son un hecho europeo, y no debe ignorarse, como tampoco se ignoró en su tiempo el mensaje original, y no menos extraño de Nietzsche. Este pueblo alemán, que ha dado al pensamiento las formas más originales de especulación, presenta ahora variedades verdaderamente revolucionarias; pero no más revolucionarias que la presente guerra y la tremenda crisis espiritual en que se debate el mundo.

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